Nada más nacer, ya son rechazados. Generalmente por sus padres, que los abandonan, a ellos y a sus madres. Tienen dificultades en la escuela para ver la pizarra. Profesores y compañeros los discriminan e insultan. Encontrar trabajo es difícil, se les margina. Sufren problemas ópticos y el sol africano, inclemente, les provoca ulceraciones y quemaduras. Muchos mueren jóvenes, de cáncer en la piel. No es fácil ser albino en la gran mayoría de los países africanos, en muchos de los cuales, especialmente en las zonas rurales, se explica su falta de pigmentación por una maldición
Samuel Mluge es el perfecto ejemplo de la marginación que sufren los albinos. Nació hace 49 años en Tanzania. No conoció a su padre. En ocasiones, se acusa a las madres de haberse acostado con blancos, en otras, de haber mantenido relaciones con tokoloshes, espíritus malignos. "Me cuidó mi abuela, mientras mi madre trabajaba", dice Mluge. En la escuela, "hasta el maestro tenía miedo y, en vez de ayudar me recomendó quedarme en casa". Mluge se trasladó a Dar es Salaam, donde la situación de discriminación no es tan acusada. "En las áreas urbanas la gente sabe que el albinismo es una condición genética, el problema sigue arraigado en las áreas rurales". Aún así, el único salario que entra en su casa es el de su mujer, también albina, que trabaja en un servicio de comidas.
"Nunca he tenido trabajo, nunca me han contratado", se lamenta Mluge, que se ha responsabilizado de organizar la Sociedad de Albinos de Tanzania (TAS, en inglés). Suráfrica es de los pocos países que reconoce la condición genética como una discapacidad.
Mazibuko reconoce que todavía queda mucho por hacer, especialmente en el terreno laboral, donde todavía se es reluctante a la contratación de personas con albinismo. "Las excusas son muy fáciles, como muchos no vemos bien, no podemos conducir y con eso ya se valen para no contratarnos".
Hay más albinos en África que en cualquier otra parte del mundo. De hecho, los primeros colonizadores portugueses los designaron como una raza aparte. Si en Europa la ratio de albinismo es de uno por cada 17.000 personas, en África asciende a uno entre 2.000 o 5.000 habitantes, dependiendo del país. Uno de cada 70 habitantes es portador del gen. Si su pareja también es portadora, sus descendientes tendrán muchas posibilidades de ser albinos.
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